Capítulo 225
Alberto miró de reojo a Nahia.
Nahia, al sostener su mano, pudo sentir la dureza y elegancia de sus huesos, además de haber tocado el costoso reloj en su muñeca, frío y lujoso, como él, algo que inspiraba temor y deseo al mismo tiempo. Un objeto que uno no se atrevería a tocar, pero que al mismo tiempo se anhelaba.
La joven y pura la pequeña doncella mostró un rubor en su rostro. -Presidente Alberto, esa noche… fue por mi voluntad, esa noche fue… mi primera vez, ¿recuerda aquella noche?
Carlos notó que la situación no era favorable y de inmediato quiso intervenir. -Alberto…
Pero uno de los jóvenes adinerados a su lado lo detuvo y, en voz baja, le dijo: -Señor Carlos, veo que el presidente Alberto tiene algo con la pequeña doncella. Quien reciba su cariño, esa será quien se convierta en tu cuñada.
Carlos no estaba de acuerdo con eso; él solo reconocía a Anita como su cuñada.
Alberto observaba a la tímida y encantadora Nahia. En realidad, durante todo este tiempo no había recordado aquella noche.
Porque todo lo que recordaba de esa noche tenía que ver con Raquel.
Era un sueño encantado, una fantasía que involucraba a Raquel.
Recordaba cómo Raquel se desplegaba bajo él, suave y fragante, dándole un placer que parecía devorarle hasta los huesos.
Pensándolo bien, el placer que le había consumido no había sido el de Raquel, sino el de la propia Nahia, que ahora tenía frente a él.
Nahia, con una mirada tímida y sugerente, lo observó. -Presidente Alberto, no necesito ningún título, solo deseo quedarme a su lado. Esta noche, ¿podemos…?
Nahia, sonrojada hasta las mejillas, le enviaba a Alberto insinuaciones llenas de coquetería.
Alberto la miraba en silencio.
Cuando Raquel llegó, vio la escena: Nahia intentando seducirlo, mientras Alberto, con sus ojos
oscuros, parecía estar cediendo a la trampa.
Realmente, había traído a Nahia al bar para divertirse.
Raquel sonrió con desdén, levantando ligeramente los labios. Sabía que a él siempre le atraían este tipo de chicas, desde Ana hasta Nahia, todas pegadas a él.
Capitulo 225
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Él la despreciaba por ser tan fría y aburrida.
En ese momento, el gerente del bar se acercó con entusiasmo. -Chicas, ¿cómo están? ¿ Cuántas son?
Raquel, con sus ojos claros, miró al gerente del bar. -No bebo.
-¿Vas a venir a un bar y no vas a beber? ¿Entonces qué quieres hacer, hermosa?
-Quiero… bailar.
-¿Qué tipo de baile?
Raquel, con firmeza, respondió: -Bailar en el tubo.
En el lujoso reservado, Nahia miraba a Alberto con esperanza. Alberto sonrió de manera arrogante, casi burlándose, y dijo: -¿Estás enganchada? ¿Quieres venderte una vez más?
Fue como si le cayera un cubo de agua fría por encima. Nahia se quedó rígida.
Alberto no volvió a mirarla y, tomando una nueva botella de licor, comenzó a beber.
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