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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 153

Capítulo 153

La residencia de la familia Espinosa se alzaba imponente, con sus paredes cargadas de secretos y susurros. Jazmín reposaba en el sofá, sus dedos delicados sosteniendo una taza de café recién preparado por Eugenia. Tras un sorbo breve, frunció el ceño y depositó la taza sobre la mesa con un gesto de hastío.

-¿Por qué sabe tan espantoso esto?

Eugenia, atrapada en un torbellino de nervios, entrelazó las manos con torpeza.

-Lo hice siguiendo una receta que encontré en internet, no debería estar mal

Sin mediar palabra, Jazmín tomó la taza y, con un movimiento brusco, lanzó el líquido tibio sobre Eugenia, quien retrocedió sobresaltada, el calor rozándole la piel.

-¿Me estás contradiciendo? ¿Crees que no distinguir lo que es bueno?

-No, señora, no quise decir eso.

Eugenia inclinó la cabeza, una sombra de temor cruzándole el rostro. Recordó aquel día en que Jazmín destrozó el juego de té favorito de la difunta señora y la reprendió sin piedad. El eco de esa humillación aún le ardía en el pecho.

-Hum. -Jazmín cruzó las piernas con elegancia, sus uñas tamborileando un ritmo indolente mientras su voz destilaba desprecio-. Nadie vendrá a salvarte esta vez, Eugenia. No me digas que todavía esperas que Esmeralda aparezca por esa puerta.

Eugenia apretó los labios, conteniendo el nudo que le subía por la garganta.

-Qué pena, ¿no? -Jazmín esbozó una sonrisa afilada, sus ojos recorriendo la sala con posesión-. Ya no es más que cenizas. Y esta casa… pronto llevará mi nombre. Imagina cómo te trataré entonces.

Eugenia, con los dientes clavados en su orgullo, guardó silencio, incapaz de alzar la voz.

-¿Qué haces ahí parada como estatua? ¡Limpia este desastre ahora mismo!

-Sí, señora, claro.

Eugenia asintió con premura, sus manos temblorosas buscando un trapo mientras las lágrimas pugnaban por escapar. En su interior, una pregunta la carcomía: ¿cómo podía el señor Espinosa elegir a alguien tan cruel sobre la bondad infinita de su esposa?

Jazmín, al verla obedecer, dejó que una chispa de satisfacción le curvara los labios.

El sol alcanzaba su cenit cuando Valentín emergió de su habitación, la cabeza latiéndole resaca. Al llegar al comedor, sus ojos se posaron en una mesa repleta de aromas y colores: platillos dispuestos con esmero, como un lienzo de memorias.

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Capitulo 153

-Cebolla frita-murmuró, y el nombre del plato desató una corriente de recuerdos.

Corría el segundo año tras el nacimiento de Pablo. Esmeralda, atrapada en las garras de la depresión postparto, apenas hallaba luz en sus días. Valentín, conmovido, tomó unos días libres y la llevó a Santa Cecilia. En un rincón olvidado del tiempo, un restaurante de paredes envejecidas les sirvió un plato de cebolla frita, crujiente y lleno de sabor, que les arrancó sonrisas sinceras. Esmeralda, al notar cuánto lo disfrutaba él, pagó una suma generosa al chef por la receta y, al volver, se esmeró en recrearla. Hacía años que aquel gusto no le rozaba el paladar.

-Valentín, ¿ya despertaste?

Jazmín salió de la cocina, una sopa humeante entre las manos y una sonrisa cálida en el

rostro.

-Ven, prueba esta sopa. Anoche te excediste con el licor, ¿verdad?

Valentín asintió en silencio y tomó asiento, los hombros pesados por la noche anterior. Al descubrir aquellas cartas y fotos comprometedoras entre las cosas de Esmeralda, su mundo se había tambaleado, y el alcohol fue su refugio entre amigos.

-Toma algo para la resaca y prueba lo que preparé para ti -insistió Jazmín, su voz melosa.

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