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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 20

Capítulo 20

-Cuando uno envejece, tanta sal no solo sube la presión, sino que también aviva las ganas de meterse en lo que no le importa -dijo Esmeralda con una sonrisa serena, alzando la mano en un leve adiós hacia las dos mujeres, que se quedaron pasmadas, antes de girar con gracia y alejarse.

Pasó un largo rato hasta que Margarita, con los ojos desorbitados por la incredulidad, logró articular palabra.

-Mirella, ¡esa nuera mía es el colmo! ¿Cómo se atreve a desafiarme siendo yo su suegra?

-¡Parece que le han crecido alas y ahora quiere volar sola! -respondió Mirella, su voz cargada

de asombro.

-Y ni siquiera tuvo la decencia de llamarte mamáal verte.

Ese comentario de Mirella avivó aún más la furia de Margarita, que sintió un calor subiéndole por el pecho.

-¡Es intolerable! Esmeralda siempre fue tan reservada, siempre siguiendo al pie de la letra lo que Valentín le decía.

No podía dejarlo pasar; tenía que descubrir qué le había dado a su nuera esa audacia repentina.

Apenas Margarita cruzó el umbral de la casa de los Espinosa, Valentín apareció por la puerta, con el cansancio del día dibujado en su rostro.

-Mamá, ¿qué haces aquí?

-¿Qué pasa, no puedo visitar a mi propio hijo? ¿Acaso hay algo que me lo impida?

-No quise decir eso -replicó Valentín, frunciendo el ceño mientras se ajustaba la corbata.

Margarita tomó asiento con un aire de autoridad y lanzó una mirada hacia Eugenia, que trajinaba en la cocina. Soltó un bufido cargado de desprecio.

-Ya entiendo por qué tu esposa tiene tanto tiempo para ir de compras y despilfarrar: ha puesto

a una empleada a hacer su trabajo mientras ella se pasea por ahí.

Valentín la observó, y un leve cambio en su expresión traicionó su sorpresa.

-¿Viste a Esmeralda?

-Sí, y no qué le habrá pasado, pero sus palabras me dejaron temblando de coraje -respondió Margarita, cruzándose de brazos.

Valentín frunció aún más el ceño, su mente dando vueltas.

-¿Dónde la viste?

03:00

Capitulo 20

-En un centro comercial al oeste de la ciudad. Deberías ponerle un alto; anda sola, comprando ropa y vestida como si buscara llamar la atención de alguien.

Un nudo se formó en la garganta de Valentín, apretándose con cada palabra de su madre. Recordó la llamada que había tenido con Esmeralda ese mismo día. Había escuchado una voz

masculina de fondo

-Valentín, ¿me estás oyendo? -insistió Margarita, alargando la mano para darle un toque en el

brazo.

-Tienes que controlar a tu esposa. Si no, seguirá gastando tu dinero a manos llenas, haciendo lo que se le antoje, y al final ni siquiera cuidará bien de Pablo.

-Ya lo , mamá -respondió él, masajeándose las sienes con evidente irritación.

-Saberlo no basta -replicó ella con firmeza-. Hoy no me muevo de aquí. Esperaré a que Esmeralda vuelva para ponerla en su lugar. A las mujeres hay que recordarles quién manda de vez en cuando.

Margarita se acomodó en el sillón, decidida, pero antes de que Valentín pudiera protestar, Pablo apareció en la sala, abrazando un peluche desgastado.

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