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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 23

Capítulo 23

Diego y Teresa intercambiaron una mirada cargada de incertidumbre, sus rostros reflejando el peso de la inesperada responsabilidad. Tras calmar los sollozos de su nieta, comprendieron que el reto consistía en crear una corona de flores de papel, una tarea que parecía sencilla pero que, para ellos, era un terreno desconocido.

-Araceli, tranquila, no llores -dijo Diego con suavidad, inclinándose hacia la pequeña-. El abuelo encontrará a alguien que sepa hacer uno y te ayude, ¿?

Pero sus palabras, en lugar de consolarla, desataron una nueva oleada de lágrimas.

-¡Buaaaa! -Araceli alzó la voz, su carita arrugada por la tristeza-. La maestra dijo que tiene que ser con un familiar.

-Ay, ay-murmuró Teresa, llevándose una mano a la frente.

El dilema era evidente. Dinero no les faltaba, podían resolver casi cualquier problema con un cheque, pero ¿manualidades? Eso escapaba por completo a su experiencia. Mientras la niña seguía llorando, un eco suave de pasos bajó por las escaleras. Era Esmeralda, quien ese día había acudido a aplicar acupuntura a la abuela por primera vez. Con cautela, había usado solo tres agujas, temerosa de que el cuerpo frágil de la anciana no resistiera más.

Al llegar al pie de la escalera y ver a la pequeña deshecha en llanto, el corazón de Esmeralda se ablandó como cera al calor. Sus ojos recorrieron la escena: hojas de colores desperdigadas, tijeras sobre la mesa y una niña con el rostro empapado en lágrimas.

-¿Qué pasa aquí? -preguntó con una voz dulce, casi musical.

Araceli, al escuchar su tono, detuvo el llanto por un instante y la miró con esos ojos grandes, brillantes de lágrimas contenidas. Esmeralda captó de inmediato la situación al ver los materiales sobre la mesa.

-Es para un trabajo manual, ¿verdad? -dijo, arrodillándose a su altura.

-Sí -respondió Araceli con un hilo de voz, sorbiendo la nariz-. Los abuelos no saben cómo

hacerlo.

Diego, un hombre de porte serio, carraspeó incómodo ante las palabras de su nieta y se puso de pie con un leve tambaleo.

-Voy a ver cómo está mamá anunció, buscando una excusa para retirarse.

Esmeralda, cautivada por la ternura de la pequeña, se acercó más. Con un gesto delicado, le secó las lágrimas y le pellizcó las mejillas con cariño.

-¿Qué quieres hacer? -le susurró-. ¿Te gustaría que te ayude?

-¡Sí! -respondió Araceli, asintiendo con entusiasmo renovado.

La niña, con una chispa de emoción, le mostró el tipo de corona de flores que soñaba crear. Teresa, que observaba desde un rincón, no pudo ocultar su asombro.

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Capitulo 23

-Araceli, ¿no dijiste que tenía que ser un familiar quien te ayudara? -preguntó, arqueando una

ceja.

La pequeña, sin soltar la mano de Esmeralda, parpadeó con ojos brillantes y una certeza infantil.

-¿Acaso ella no es mi tía? -replicó, apretándola con fuerza.

Teresa y Esmeralda se quedaron mudas, atrapadas en la inocencia de la declaración. Teresa

soltó una risita nerviosa.

-¿Y eso quién te lo dijo? -inquirió, cruzándose de brazos.

-El otro día hablé por video con bisabuela -explicó Araceli con orgullo-, y ella dijo que mi tío ya tenía esposa, así que ahora tengo una tía.

Acto seguido, corrió a abrazar a Esmeralda, alzando la mirada hacia ella con pura adoración.

-¡Tú eres mi tía, ¿verdad?! -insistió, su voz cargada de esperanza.

Esmeralda se encontró en un aprieto, sin saber cómo responder. Tras un instante de silencio, esbozó una sonrisa torpe y cambió el rumbo de la conversación.

-¿Te llamas Araceli? Qué nombre tan hermoso, tan encantador como —dijo, acariciándole el cabello-. Vamos a hacer la corona, ¿te parece?

-¡Sí! exclamó la niña, contagiada de alegría.

Los niños, con su sencillez, se contentan rápido, y Araceli se sentó junto a Esmeralda con una sonrisa que iluminaba la habitación. Teresa dejó escapar un suspiro de alivio al ver a su nieta

finalmente en paz.

Media hora después, el trabajo estaba concluido.

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