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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 75

Capítulo 75

Margarita, al captar el tono de Teresa, agitó las manos con rapidez, como si intentara disipar un malentendido que flotaba en el aire.

-No, no, señora Santana, creo que me ha entendido mal -dijo, forzando una sonrisa que parecía tallada en cera, mientras daba un paso más cerca-. Pensé que usted, siendo tan generosa, no guardaría rencores. Hoy descubrí que todo este embrollo lo provocó mi nuera, una ingrata que no merece ni mencionarse.

Teresa alzó una ceja, su curiosidad asomándose entre la máscara de compostura que siempre

llevaba.

-¿Tu nuera? -preguntó, con un dejo de incredulidad que apenas rozaba su voz.

No alcanzaba a ver qué podía tener que ver esa mujer con la familia Santana.

-Así es -continuó Margarita, asintiendo con vehemencia-. Mi hijo tuvo una pelea con ella hace poco, y la muy descarada se largó de casa. ¿Quién iba a imaginar que terminaría enredada con el asistente de su esposo? Una sinvergüenza, eso es lo que es.

La señora Santana, educada en los salones más refinados y proveniente de una estirpe que valoraba la discreción, frunció el ceño ante semejante crudeza. Su rostro, un lienzo de serenidad, se endureció sutilmente, pero Margarita, ciega a las señales, prosiguió con una mueca de desprecio.

-Siempre se ha hecho la inocente, ¿sabe? Nadie diría que escondía esas intenciones tan bajas.

Hizo una pausa, como si calibrara S

próximas palabras, y luego añadió:

-A propósito, señora Santana, su hijo aún no está casado, ¿verdad? Permítame un consejo: al elegir una nuera…

-Margarita -la cortó Teresa, su voz firme como el borde de una espada, mientras sus ojos se oscurecían con una mezcla de hastío y advertencia.

-¿Qué es lo que de verdad intentas decirme?

La sonrisa de Margarita se petrificó, atrapada entre la incomodidad y una risa nerviosa que brotó como un eco torpe.

-Ay, perdón, me fui por las ramas -balbuceó-. Solo quería hablar de mi nuera y ese asunto con el asistente de ustedes

-¡Qué disparate! exclamó Teresa, alzando la voz lo justo para que resonara con autoridad, aunque sin perder la elegancia que la definía-. Margarita, si viniste solo a soltar esto, no te molestes en seguir.

Con un gesto discreto, hizo una señal a los sirvientes.

-Por favor, acompáñenla a la salida.

16:26

Capitulo 75

Las palabras de Margarita se atoraron en su garganta, y el sobresalto la dejó tambaleándose.

-Señora Santana, ¿qué hace? ¿Dije algo que no debía? -preguntó, con la voz temblorosa-. No me malinterprete, solo quería aclarar que si mi nuera ha hablado de más frente a ustedes, no le hagan caso

Teresa la interrumpió de nuevo, su paciencia al borde del agotamiento.

-Primero, no tengo idea de quién es tu nuera, y no me concierne. Segundo, la familia Santana tiene principios muy claros: ni quienes trabajan para nosotros se prestan a semejantes bajezas. Y si así fuera, jamás dejaríamos que palabras ajenas nos influyeran en asuntos de negocios. Margarita, por favor, retírate.

Con la ira contenida tras una cortesía impecable, Teresa se levantó, su figura erguida como un roble, y se alejó sin mirar atrás. Margarita intentó seguirla, con una protesta a medio formar en los labios, pero los sirvientes la detuvieron con eficacia silenciosa.

Frustrada, dio un pisotón contra el suelo, el eco resonando en la estancia vacía.

Esto era un desastre. Su hijo la había enviado a suavizar las cosas, a recuperar terreno para la empresa, y en lugar de eso, había cavado un abismo aún más profundo con la señora Santana. ¡Todo por culpa de esa maldita Esmeralda!, pensó, con la rabia bullendo en su pecho como un río a punto de desbordarse.

A la hora del almuerzo, Esmeralda había transformado la mesa en un festín humilde pero acogedor, con aromas que danzaban en el aire y platillos dispuestos con cuidado.

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