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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 80

Capítulo 80

-Teresa, con esa astucia que siempre la ha distinguido, asintió y afirmó: -Aquí, los que se la pasan tejiendo chismes no duran mucho en la asociación. Mañana mismo hablaré con Irene para que la saquen de una vez.

-Entiendorespondió Isaac, con un leve movimiento de cabeza.

Tras unos minutos de charla, Teresa, paseando la mirada por el estudio, intentó indagar sobre los planes de su hijo.

-Araceli me comentó que hoy fuiste a visitar a la señorita Siete -dijo Teresa, ignorante aún de la verdadera identidad de Esmeralda, imaginándola solo como una discípula del Dr. Jáuregui.

Al hablar de la pequeña, los ojos de Teresa se iluminaron con ternura.

-¡Esa niña es un encanto! No para de hablarme con una dulzura que me derrite.

Isaac guardó silencio, ocupándose de alinear con calma los documentos sobre su escritorio.

Teresa, al notar su falta de respuesta, insistió con delicadeza:

-¿No crees que a la señorita Siete le incomodará esa forma tan cariñosa en que Araceli me llama?

-A ella también le tiene cariño a Araceli -respondió Isaac, sin alzar la vista.

-Eso salta a la vista, pero lo que importa escómo te ve a ti. Ay, Isaac, ¿cuándo vas a abrir los ojos? -dijo Teresa, dejando escapar una risita entremezclada con frustración.

Isaac calló, observando a su madre con un gesto de resignación que apenas disimulaba su cansancio.

Sabía que confesarle que la señorita Siete estaba casada y tenía un hijo de la edad de Araceli apagaría de golpe sus ilusiones.

Al percibir el leve malestar en el rostro de su hijo, Teresa agitó la mano con un suspiro.

-Está bien, está bien, estas cosas son de ustedes los jóvenes. Ya poco puedo hacer yo. Termina lo que tengas pendiente y descansa temprano.

-Lo haré, mamá. Tú también deberías irte a dormir.

Teresa cerró la puerta al salir, pero una chispa de insatisfacción persistía en su pecho.

La señorita Siete le fascinaba, y no podía evitar imaginar lo perfecto que sería vérla junto a Isaac.

Con ese pensamiento danzando en su mente, sacó su celular y buscó el número de Esmeralda que había guardado con cuidado, enviándole un mensaje.

[¡Ya está! Te invito a comer en unos días. Espero verte pronto.]

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15.26

Lo había hecho: una cita para almorzar que, con algo de suerte, le permitiría explorar las posibilidades.

Si lograba unirlos, sería un triunfo digno de celebrar.

La presencia de otro hombre en la casa de Esmeralda golpeó a Valentín como un eco sordo en el alma.

Últimamente, cada vez que regresaba a su hogar, su mente se llenaba de ella, avivando una ansiedad que lo consumía. Por eso pasaba casi todo el día encerrado en la oficina.

Con el alba y el ocaso desdibujados, y sus comidas convertidas en un caos, su cuerpo no tardó en protestar.

-Señor Espinosa, esta noche tiene una reunión -anunció su asistente, con un tono respetuoso. -¿Reunión? -Valentín frunció el ceño, presionando una mano contra su estómago.

-Cancela.

Un ardor feroz le trepaba por el pecho, robándole el aliento.

Si asistía a esa cita, el alcohol sería inevitable

Entonces, como un susurro del pasado, las palabras de Esmeralda resonaron en su cabeza:

Tienes el estómago frágil, no deberías beber tanto. A veresta negociación no es imprescindible. Déjame hablar con el equipo de ventas.

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