Capítulo 373
Gabriel bajó la mirada hacia Romeo.
-Romeo, ¿necesitas que papá te haga justicia?
Romeo respondió:
-El origen de todo esto, en última instancia, fue porque la señorita Sabrina fue intencionalmente tropezada en la fiesta de cumpleaños de Thiago. Si realmente quieres
hacerme justicia, papá, entonces castiga a los que hicieron que la señorita Sabrina quedara en ridículo.
Gabriel habló con un tono tranquilo:
-Si es así, entonces que llamen a todos los que hicieron que Sabrina se cayera ese día, que le pidan disculpas. En cuanto al castigo… ustedes decidan.
André mostró una chispa de sorpresa en sus ojos.
-¿Quieren hacer justicia por Romeo o por Sabrina?
Gabriel esbozó una ligera sonrisa:
-Romeo no necesita que yo le haga justicia, él mismo lo hará. Además, fue solo un caso de aislamiento…
Lanzó una mirada significativa a Fabián.
-Si realmente no puede soportarlo, me lo dirá. Si no me ha dicho nada, significa que para él no es gran cosa. Sin embargo, atacar a un niño de cinco años es realmente despreciable. Señor Carvalho, hay algo que no estoy seguro si debería decir.
André lo miró.
-Habla con libertad.
Gabriel continuó:
-Un hombre tan influyente como usted, señor Carvalho, rodeado de amigos que solo le causan problemas debido a su falta de juicio. ¿No ha oído que las amistades reflejan el gusto de una persona? El gusto del señor Carvalho deja mucho que desear.
Fabián no podía ignorar la burla de Gabriel. Su rostro se llenó de ira, pero Araceli lo detuvo con un gesto de la mano.
Fabián estaba frustrado, pero se contuvo.
Gabriel notó el gesto de Fabián y levantó una ceja.
-¿Qué pasa, señor Guerrero? ¿Se siente responsable por este asunto?
Fabián se quedó sin palabras, tragándose su orgullo.
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19.07
Si Gabriel insistía en responsabilizarlo, podria meterse en serios problemas.
Ahora que Gabriel queria ir tras ese grupo de “buenos amigos“, que lo hiciera, siempre y cuando no fuera tras él. Al fin y al cabo, los amigos están para usarse.
Gabriel hizo unas llamadas, dando instrucciones en voz baja.
De repente, se escucharon pasos apresurados en la puerta.
Un hombre de mediana edad, con sobrepeso, entró sudando profusamente.
-Señor Castillo, ¡aquí está! Me costó encontrarlo.
Al entrar, el hombre dirigió su mirada a Gabriel, mostrando una sonrisa servil.
-Señor Castillo, si hay algo que no le satisface, digamelo. ¿Por qué retiró la inversión de repente…?
Antes de que pudiera terminar, una voz sorprendida lo interrumpió.
-¡Querido, ¿qué haces aquí?!
El hombre giró y vio a su esposa, quedando momentáneamente perplejo.
Solo entonces notó que el ambiente era algo tenso.
Incluso vio a André y Fabián allí, junto a su esposa e hijo.
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