Capítulo 652
Jorge había defendido varias veces a Sabrina, y tanto Fabián como André la tenían clara: para ellos, Jorge era el típico buena gente que no se metía en problemas.
Aun así, Araceli sentia que algo no encajaba, y al fin entendió el porqué.
-Sebastián, has escuchado algún otro rumor? ¿Sabrina planea hacerme algo? -le preguntó Araceli, tratando de ocultar la preocupación en su voz.
Sebastián la miró sin inmutarse.
-Hasta donde sé, no tiene ninguna intención de meterse contigo. No he escuchado que ande diciendo nada parecido. Por ahora, toda su atención está puesta en organizar el concierto.
En otras palabras, Sabrina ni siquiera le daba importancia.
Araceli no era ni la mitad de relevante que ese evento para Sabrina. Se había sobreestimado por completo.
El gesto de Araceli se endureció y su voz tembló un poco.
-¿Estás seguro, Sebastián? ¿No será que están hablando a tus espaldas y no te enteraste?
Sebastián la observó desde arriba, con esa mirada que no dejaba espacio a dudas.
-Araceli, llevas tiempo diciendo que ella te quiere hacer daño, pero hasta ahora lo único que ha pasado es que tú misma te has lastimado varias veces. Por lo que yo sé, Sabrina ni se ha inmutado en hacerte algo.
Incluso aquella vez que Sabrina cayó al agua, había sido Araceli quien la empujó primero.
Araceli no supo qué contestar. Sabía que Sebastián no era tan fácil de manipular como Fabián. Y últimamente, ni André parecía confiar ciegamente en ella.
Sebastián revisó la hora en su celular.
-Tengo cosas que hacer, así que me voy.
Antes de irse, echó un vistazo a la mano lastimada de Araceli.
-Más tarde mando a alguien con una crema para las quemaduras. Y para la próxima, deja de hacer tonterías.
Araceli, no quiero que me decepciones.
Sin decir nada más, Sebastián se dio la vuelta y salió del lugar.
Mientras veía cómo se alejaba, Araceli sintió que el corazón le latía con fuerza. Un miedo inexplicable la invadió, como si todo a su alrededor se tambaleara.
En un restaurante elegante, con decoración minimalista y ventanales enormes, Sabrina esperaba sentada junto a la ventana. Era un sitio nuevo en la ciudad, y esa era la primera vez que lo visitaba. Desde ahí, se podía ver la ciudad iluminada, un mar de luces extendiéndose hasta el horizonte.
Faltaban cinco minutos para la hora acordada, pero Fidel Castaño aún no llegaba.
El reloj marcó las seis en punto cuando la alta figura de Fidel apareció frente a ella. Sabrina levantó la vista y, por un momento, se sorprendió ante la presencia imponente y el perfil casi tallado en piedra de Fidel.
Fidel tomó asiento justo en frente.
-Señorita Ibáñez, veo que llegó bastante temprano.
Sabrina le respondió, con una sonrisa serena.
-Llegar con tiempo es cuestión de educación, Fidel. Si pasa algo en el camino y uno se retrasa, ya no hay cómo disculparse. Es mejor prevenir.
Era una crítica disfrazada, y Fidel lo entendió de inmediato.
-Tienes razón. Al final, el que está en una posición inferior debe llegar antes por respeto. Asi son las cosas.
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Capítulo 652
Él siempre había sido estricto con los horarios. Nunca llegaba tarde, pero tampoco antes de tiempo. Su posición no le permitia esperar por cualquiera.
Sabrina soltó una ligera sonrisa.
-No todo tiene que ver con jerarquía. Llegar antes o después depende de la persona, no de su posición. En una sociedad donde todos somos iguales, el que quiere espera y el que no, pues tampoco es para condenarlo.
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