Capítulo 238
El la amenazó en un susurro.
Adoptó una postura dominante, desde una posición elevada.
Raquel lo miró y, después de unos segundos, cedió. -Lo entiendo.
Alberto extendió la mano para tomar el condón que estaba en el asiento del pasajero.
Sin embargo, en ese momento, Raquel lo empujó hacia atrás y, tomando el control, dijo: -¿ Por qué solo tú vas a desvestirme? Yo también quiero desvestirte.
Raquel extendió la mano para desabrochar los botones de su chaqueta.
Su movimiento fue tan apresurado que los botones no cedían, así que comenzó a tironear de
ellos.
Alberto apoyó la parte posterior de su cabeza contra el asiento, sus ojos se cerraron varias
veces y, en un susurro, detuvo el avance. -Despacio, no rompas los botones, no tengo repuestos en el auto.
Los botones de su chaqueta estaban muy bien sujetos, Raquel no podía hacerlos saltar. Así que decidió no luchar más contra ellos. En lugar de eso, con sus manos pequeñas, metió las manos dentro de su camisa y tocó sus seis marcados abdominales.
La garganta de Alberto se apretó, como si algo caliente rodara dentro de él, subiendo y bajando.
Él la atrapó por la cintura, presionándola contra su pecho. -¿Eres tan codiciosa?
El rostro de Raquel se puso tan rojo como una cereza, pero no dijo nada, solo lo miró.
Alberto la besó nuevamente en los labios.
Esta vez, Raquel se mostró sumisa, sin oponerse, pero en secreto sacó la aguja plateada que llevaba escondida en su cintura y la dirigió hacia un punto de presión en el cuerpo de Alberto.
Lamentablemente, no lo logró.
Alberto sujetó su muñeca con firmeza. -¿Qué intentas hacer?
Vaya, otra vez la descubrió.
Cada vez que intentaba atacarlo, fracasaba.
Este hombre era increíblemente alerta.
Alberto había estado varios años en el ejército y tenía un instinto natural para detectar el
Capitulo 238
peligro. ¿Cómo iba a dejar que Raquel lo atacara?
-¿Qué es esto?
2/2
Alberto vio la aguja plateada en la mano de Raquel y su rostro cambió al instante. La arrebató
de inmediato.
Raquel intentó recuperar la aguja. —¡Es mi aguja! ¡Devuélvemela!
El rostro de Alberto se oscureció; ¡él había visto esa aguja antes!
¡En ese sueño!
Soñó que Raquel llevaba esa aguja, y en ese sueño, ella estaba tendida debajo de él, intentando usar la aguja para atacarlo.
Pero él la había descubierto.
De repente, él tiró la aguja al suelo.
Siempre pensó que eso solo había sido un sueño, ¡pero ahora Raquel realmente llevaba esa aguja!
Comments
The readers' comments on the novel: El CEO se Entera de Mis Mentiras