-Entre amigos, no hay que andar contando cada favor -soltó Sabrina, con una sonrisa sincera.
Gabriel la miró y asintió, sintiéndose genuinamente agradecido. Pero lo que sentía por Sabrina era distinto a cualquier otra gratitud que hubiera experimentado antes. La había conocido justo en el momento más duro de su vida, cuando se sentía desamparada y traicionada. Si no hubiera sido por él, tal vez no habría podido soportar las trampas de Araceli y Fabián, ni la clara preferencia de André por ellos.
En esa etapa oscura, Gabriel no solo le prestó dinero, también estuvo ahí para ayudarla en todo lo que necesitaba. Ahora que su situación económica había mejorado, Sabrina había decidido depositar cada peso que Gabriel le había dado en el fondo para la educación de Romeo.
Gabriel ya no insistió. Su voz sonó grave, con ese tono que hacía que Sabrina se sintiera en casa.
-Me alegra mucho que pienses así. Si alguna vez necesitas algo, búscame, ¿sí? No tienes que andar con rodeos.
Luego, con un aire de broma que aligeró el ambiente, añadió:
-Mira nada más, no aceptas mi dinero, y encima cuidas de Romeo. Ahora resulta que te debo un favor.
-Sabrina, ya sabes que la amistad es cosa de dos -remató, guiñándole un ojo.
A Sabrina le vino a la mente una duda que llevaba rato rondando su cabeza. Se giró hacia Gabriel, con la mirada sería.
-¿Cómo conseguiste ese video en el que Araceli me empuja?
Sabía que Gabriel tenía recursos, así que no le sorprendió que hubiera logrado reparar el audio. Pero aparecer con un video
era otra cosa.
Gabriel explicó:
-Cuando me diste tu celular, mandé a alguien a revisar si había cámaras por los alrededores. Lástima, Araceli escogió bien el lugar, porque todas las cámaras estaban descompuestas o simplemente no había. Después, mientras buscábamos testigos, alguien me avisó que un chico andaba volando un dron por ahí cerca. Resulta que ese video lo captó el dron.
Al escuchar esto, Sabrina sintió una calidez inexplicable en el pecho. Sabía muy bien que buscar evidencia no era cualquier cosa, pero Gabriel se había esforzado hasta encontrar la pieza clave. Recordó cómo, desde el principio, él había usado videos para probar su inocencia y callar a André.
Abrió la boca para agradecerle, pero Gabriel la interrumpió antes de que pudiera decir una palabra.
-Sabrina, ya te dije que no quiero oír más gracias.
Ella pensó un momento y luego propuso:
-Si te gustó la pintura de la subasta, puedo hacerte otra. La vez pasada la pinté a partir de una foto que tomó Daniela. Esa foto debe seguir guardada, así que no hay problema en replicarla.
La sonrisa de Gabriel se hizo más amplia, con un brillo especial en los ojos.
-Trato hecho.
Luego agregó:
-Sé que andas ocupada entre concursos y conciertos. Mejor dejo que te enfoques, y cuando termines con todo eso, me avisas y llevo a Romeo contigo.
Desde que Gabriel había recogido a Romeo, no se lo había llevado de vuelta con Sabrina. Ella pensaba que era porque quería fortalecer su lazo de padre e hijo, pero ahora entendía que lo hacía para no interferir en sus actividades.
Sabrina lo miró de reojo. El perfil de Gabriel, iluminado a ratos por las luces del camino, tenía un aire apacible, casi tierno. Su ánimo se agító con sentimientos encontrados. La única manera en que sentía que podía compensar a Gabriel era cuidando de Romeo. Pero ahora que él lo había llevado de vuelta, la sensación de deber se le hacía más pesada.
Titubeó antes de preguntar:
Comments
The readers' comments on the novel: La Guerra de una Madre Traicionada