A Federico Ramos le dolia el corazón, como si cada palabra le arrancará una gota de sangre.
Siempre había sido alguien que valoraba el talento por encima de todo, y Eva Ramos era una persona a la que había visto crecer desde pequeña.
Sabia bien to brillante que era Eva; sus logros y su carácter quedalyan grabados en tu memoria.
Aunque Eva no era su hermana de sangre, desde nia habla mostrado una madurez y nobleza que lo hacían admiraria Jamás pedía algo que no le correspondiera, y muchas veces terminaba cediendo lo suyo a los demás.
Siempre fue dedicada, constante, con una determinación que la hacia destacar como una verdadera genio desde pequeña
Pero, aun con todo ese talento, siendo la hija mayor de la familia Ramos, jamás había conocido un dia de comodidad a disfrute.
Federico no era de esos que preferian a los hombres por encima de las mujeres.
Como futuro heredero de la empresa, solo le importaba la capacidad.
Por eso, verle a Eva desperdiciar su potencial estudiando música le parecía un despropósito.
-Siempre lo dije, ¿por qué Martín Ramos insistió tanto en que Eva estudiara música? -masculló Federico, sin poder ocultar su molestia.
En ese momento, Federico volvió a preguntar:
-¿Entonces esos viejos testarudos usaron sus acciones como amenaza para impedir que Eva entrara al Grupo Ramos?
Martin asintió despacio.
-Les compré el diez por ciento de las acciones originales que tenían, solo aceptaron venderlas bajo esa condición. Pero el resto de ese diez por ciento, se niegan a soltarlo.
Actualmente, el Grupo Ramos estaba en su mejor momento, con un valor en el mercado altísimo, así que ese diez por ciento valía una fortuna.
Martin había ofrecido varias veces hasta el triple de su valor actual para comprarlas, pero ellos no aceptaban ninguna oferta.
La única condición: Eva no podía trabajar en el Grupo Ramos.
Después de más de treinta años de crecimiento, la empresa ya no tenía problemas de liquidez, y Martín menos aún.
Por eso, su objetivo era recuperar todas las acciones originales que un día se repartieron entre los antiguos socios.
Las acciones originales no eran como las comunes; daban derecho a participar en las decisiones clave de la empresa.
Durante estos años, esos llamados “veteranos” no dejaban de criticar cómo Martín había manejado el asunto entre Eva y su madre, y el tema de Celeste Ibáñez y su hija.
En cada junta, parecían llevarle la contraria a propósito.
Y cuando supieron que Celeste tenía otra hija, se pusieron felices, exigiendo que Martín diera un puesto a Sabrina Ibáñez en la empresa y la preparara como futura directiva.
Incluso querían que anunciara en público la identidad de Sabrina.
Martín no pudo evitar que su enojo saliera a flote.
Si la identidad de Sabrina se hacía pública, el Grupo Ramos iba a ser el centro de un escándalo, y los rivales se aprovecharían para destruir su reputación.
¿Acaso esas personas no pensaban en el bienestar de la empresa?
Además, si Sabrina era hija de Celeste, ¿acaso Federico y sus hermanos no lo eran también? Todos eran hijos de Celeste, ¿por qué tratarlos de manera distinta?
En la oficina, esos veteranos nunca habían sido amables con Federico y sus hermanos.
Federico, como si adivinara los pensamientos de Martín, frunció el ceño y su expresión se volvió más oscura.
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