Además, en ese mismo carro iban la señorita Hoyos y Eva.
Gabriel analizaba la situación con la cabeza fría, sopesando pros y contras.
-Con lo mucho que los Ramos consienten a Eva, y lo mal que te ven a ti, va a ser difícil que te libres de las sospechas.
Hizo una pausa, grave.
-Y hay algo más…
Miró a Sabrina, su mirada se volvía más profunda.
-Aunque Fidel fue el primero en chocarte, él puede decir que perdió el control del carro. Pero cuando lograste zafarte de ellos, en vez de huir, escogiste chocar de nuevo. Van a usar eso en tu contra.
-Sabrina, tienes que estar preparada. Fidel… no es fácil de tratar.
La familia Castaño era un monstruo empresarial; sus hijos, una legión. Fidel había logrado convertirse en el nuevo jefe de los Castaño, y eso no era poca cosa.
Incluso para Gabriel, enfrentarse a Fidel no era ninguna ganga.
Sabrina sonrió confiada.
-Lo sé, pero no te preocupes. Ya se me ocurrió cómo lidiar con Fidel.
Gabriel estuvo a punto de preguntarle cuál era ese plan cuando de pronto, la puerta del cuarto de hospital volvió a sonar.
André entró con una bolsa en la mano, trayendo la cena.
Al ver a Gabriel, el gesto de André se ensombreció.
-Gabriel, ¿qué haces aquí?
Gabriel, que ya sabía que Sabrina estaba en el hospital, también tenía claro que André andaba por ahí.
Con una sonrisa perezosa, Gabriel respondió:
-Vengo a ver a Sabrina. Tenía algo para entregarle.
Sacó su celular y lo alzó.
-Sabrina, ¿te acuerdas de aquella vez que Araceli te empujó al agua y que la grabación del celular desapareció?
Los ojos de Sabrina brillaron.
-¿Recuperaste la grabación?
Gabriel asintió, con una media sonrisa.
-No solo la recuperé, sino que encontré algo todavía mejor.
-¿Qué cosa? -preguntó Sabrina, sin poder ocultar la curiosidad.
Gabriel acercó el celular a André.
-Señor Carvalho, ¿quiere verlo primero?
André parecía detestar a Gabriel; lo miró como si quisiera hacerlo desaparecer de un solo vistazo.
A Gabriel eso no le importó ni tantito; seguía sonriendo, como si todo le diera igual.
Al final, André tomó el celular.
En la pantalla comenzó a reproducirse un video de seguridad. El lugar era el puente donde Sabrina habia caido al agua la
última vez.
La cámara captaba todo desde arriba, pero la imagen era tan nítida que incluso se reconocían las expresiones faciales de quienes aparecian. El sonido, igual de claro, permitía escuchar cada palabra.
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